¿Oxímoron?… ¡a mi no me insultes!

Con el asunto de la restricción de acceso a los comercios en tiempo de pandemia el otro día me encontré inmerso en una curiosa situación.

Estábamos todos debidamente ataviados con nuestras respectivas mascarillas de protección (excepto mi perra, que yacía sentada y paciente a mi lado) cuando al final de la cola de la panadería, un recién llegado preguntaba…

– ¿Es usted la última?

Y la señora del final… me sorprendió con la siguiente respuesta:

– ¡El último es usted!

El tema tiene su miga (y no de pan precisamente). Porque ambos tenían razón.

¿Cabría otra fórmula más exacta, para hacer la misma interrogación, sin que las palabras se tropezaran con el significado de los términos que se usan para formularla?

Si nos paramos a pensar, en el momento que llega el nuevo cliente, es evidente que pasa a ser el último. Por lo tanto la lógica lingüística nos recomendaría usar el término consecutivo anterior:

-Perdone…¿Es usted el penúltimo de la fila?

Y si no te abofetean con la pregunta, seguro que por lo menos no te libras de un fruncido de cejas y de una irreverente mirada teñida de extrañeza y de incredulidad por igual.

Además… ahora las colas son extensas y están dilatadas, pero cuando volvamos a la normalidad y entremos en un bar de esos pequeños y abarrotados donde hay codazos para llegar a la barra, con la gente desorganizada y sedienta de ocio, si se te ocurre preguntar por el penúltimo y te pillas una cerveza antes de quien era último, te aseguro que se lía una de gorda!

Y esto me ha hecho pensar en un par de casos más donde usamos expresiones inexactas.

Por ejemplo cuando decimos: «yo no sé nada». Es mentira y además es imposible no saber nada (excepto si quien lo pregunta es la parienta!). El hecho de no saber nada ya implica por sí mismo, saber algo.

Esto ya lo resolvió Sócrates hace casi 2.500 años. La frase completa de este filósofo griego era: “Solo sé que no se nada y, al saber que no sé nada, algo sé; porque sé que no sé nada”

Y algo parecido sucede con los que te paran en la calle y te dicen:

-¿Puedo hacerte una pregunta? sin apreciar que en ese mismo instante acaban de gastar el cartucho que tenían en la recámara.

En este caso la fórmula correcta debería ser…

-¿Puedo hacerle dos preguntas?. La primera ya se la he hecho y la segunda es la siguiente…

Y esta série de triviales incongruencias son las que me rondan por la cabeza y se pasean entre mis neurona mientras espero a ser atendido, con el peligro de ser hipnotizado por la fragancia del pan recién hecho.

De vuelta a casa ya es cuando me lío a pensar en la incongruencia de algún oxímoron. Sorprendido por el «silencio atronador» de las desiertas mañanas de los domingos.

La definición de esta figura retórica, según los entendidos en la lengua, es la siguiente:  «Combinación , en una misma estructura sintáctica , de dos palabras o expresiones de significado opuesto que originan un nuevo sentido»

Y todo el mundo sabe, porque es un «secreto a voces» que el único oxímoron que realmente no soporto es el de la «cerveza sin alcohol». Porque aunque se pueda escribir bien o incluso se puedan pronunciar correctamente las tres palabras… lo cierto es que resulta una combinación totalmente imbebible!